Dentro de
las cosas indiscutibles están unas cuantas verdades como puños: la
crisis económica internacional, la deuda brutal de los estados del
sur, la falta de financiación en condiciones de devolución posible
para los países “ayudados”, la ausencia de financiación para
las PYMES y las familias, los casi 6.000.000 de parados, los millones
sin prestación alguna, las familias sin ningún ingreso..., vamos,
que el desastre está más que claro y patente a los ojos de
cualquiera por estúpido y no leído que sea.
También
parece palmariamente claro el origen de esta hermosa situación: los
préstamos basura, la especulación de la construcción de viviendas
sin control, el saqueo de cajas de ahorros por partidos gobernantes y
directivos, el modelo mismo liberal que requiere hacer crisis
periódicas para eliminar a los débiles y reducir el número de
beneficiarios de la tarta (como en la selección natural de la
selva), por aquello de mantener el ecosistema.., y otras muchas cosas
claras para los que más saben de economía pero también para los
que sólo saben sus efectos.
Se pierde
algo de claridad al entrar en el terreno de las opciones para
responder a los problemas que tan impunemente se han creado: cortar
la sangría que supone el “haber vivido por encima de nuestras
posibilidades” (¡lo que hay que oír), haciendo recortes en
sanidad, educación, servicios sociales, elaborando y aprobando una
legislación laboral, para echar más fácilmente a los trabajadores,
acabar con la estabilidad en el empleo, posibilitar la contratación
a tiempo parcial, bajar los salarios, acabar con los convenios
colectivos, estabilizar el inestable trabajo en precario, reducir de
facto las pensiones, abandonar a miles de dependientes a su suerte,
congelar los salarios, amén de reducir, el de los empleados
públicos..., empobreciendo a toda la sociedad, mandando a la
exclusión social a un buen montante de aquellos que últimamente
sólo eran trabajadores con bajo nivel salarial y al umbral de la
pobreza a buena parte del resto, bajar de nivel socioeconómico a
casi todos. Desarrollar la economía especulativa, el dinero en
bolsa, en bonos, depositado en paraísos fiscales, incrementado la
economía del fraude fiscal. Nada de inversión para reactivar la
economía, nada de exigir que los bancos vuelvan a dar financiación
para la actividad económica, nada que permita la disponibilidad de
recursos fruto del trabajo para dinamizar la producción y el
consumo.
No hay
que extrañarse de que esos polvos, traigan los lodos del incremento
en la distancia entre ricos y pobres (incremento en pocos años en
más de un 20% sobre lo que ya teníamos). Los unos con crecimiento
en plena crisis, el resto con decrecimiento hasta colocar al 30% de
la población en el umbral de la pobreza.
Quedan en
el terreno de lo totalmente oscuro y negro las explicaciones de la
fiesta y de lo bien que nos va. Con un descaro rayano en la
desvergüenza, se afirma y reafirma de manera casi empalagosa por
repetitiva, que estamos saliendo de la crisis, que hay un crecimiento
reconocido por todo el mundo, que gracias al desaguisado de
empobrecimiento producido en nuestra sociedad, todo va sobre ruedas
(aunque, eso sí, queda mucho por hacer, dicen, ¿todavía más?) y
el paro no sólo no ha desaparecido con el incremento de 3.500.000
puestos de trabajo creados (según anunciaron), sino crecido en
1.200.000 desempleados más. Los Gurtel, ERES, cursos de formación
no impartidos y cobrados, aeropuertos de inversión inútil no
justificada, autovías a ninguna parte o a rescatar, Fórmulas 1, y
muchos más, siguen impunes sine díe.
Y este
bendito pueblo, el de la “furia española”, el de la “sangre
caliente”, el de la pasión mediterránea, cántabra o extremeña,
sigue tranquilo, resignado, mostrando su energía en la competencia
entre Barsa, Madrid, Atlético, el equipo del pueblo o del barrio, el
brío de las motos, junto a otros territorios similares en los que
fluye el debate, el enfrentamiento y en ocasiones hasta la violencia.
Es que
somos más de la camiseta, de la bandera y del equipo que del deporte
y sobre todo más que de nosotros mismos, que del futuro de nuestros
hijos, del sufrimiento de los discapacitados, de los sin papeles que
ya son también sin tarjeta sanitaria, de los sin pan (pues que vayan
a Cruz Roja y a Cáritas o “que les den”), de los niños y
jóvenes sin futuro.
Así que
gritemos todos juntos: ¡VIVA LA ROJA! Y ¡A por la Champions y el
próximo mundial!
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