En el
terreno de los principios definidos por la Institución, o si
surcamos los caminos de las ideas tan traídas y llevadas en charlas,
cursos de formación y reuniones, está bien claro: nos mueven los
que sufren por uno u otro motivo en nuestro mundo de hoy, o sea, que
en ese terreno sobre la tierra y el mar, en el espacio que no mancha
ni contamina, lo que nos pone los pelos de punta es el incremento del
nivel de pobreza de nuestros conciudadanos, de nuestros compañeros,
frecuentemente el propio, nos levanta la piel la angustia ver a los
que tiran de sus casas, a los que no pueden pagar el alquiler, la
luz, el agua, la comida (porque nosotros sí los vemos); a los que
llegan en patera, en los bajos de un camión o junto a las hélices
de un barco; a los que saltan malheridos las vallas fronterizas, a
tantos y tantos otros.
Pero a
pie de calle, en ocasiones, podemos caer en la rutina del servicio
repetido, aunque el servicio realmente sirva, en la ejecución casi
mecánica de la actividad, en el distanciamiento emocional del que
está sufriendo, tal vez porque andemos más pendientes de la
anotación del evento, de la foto para recordatorio, de la mecánica
del procedimiento, de los dimes y diretes sobre quién lleva la voz
cantante, qué tenemos que reclamar al responsable de turno, o cómo
podemos criticar tal o cual cosa que no nos gusta. En fin, que la
vida es diferente del mero pensamiento sobre la vida.
Por si
ocurriera tal cual, no es malo pararse a pensar, a repensarnos como
voluntarios de Cruz Roja. Seguro que mejoramos.
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